La formación es una herramienta imprescindible en cualquier empresa, pero también una de las mayores fuentes de dudas. ¿Cuándo es obligatoria? ¿Quién paga el tiempo? ¿Puede hacerse en vacaciones? Estas preguntas se repiten constantemente en entornos laborales.
La incertidumbre es habitual, porque la norma no siempre resulta evidente en la práctica diaria. Para aclararlo, conviene partir de un punto básico: no toda la formación tiene el mismo valor jurídico, y comprender las diferencias entre los distintos tipos evita conflictos y garantiza que se respeten los derechos del trabajador según la normativa vigente.
Tipos de formación y sus implicaciones
En la práctica laboral se distinguen tres tipos de formación, con efectos distintos según la normativa vigente y la jurisprudencia.
- Formación necesaria para el puesto. Está directamente vinculada al desempeño del trabajo, por lo que la empresa puede exigir asistencia, igual que cualquier otra tarea laboral. Si se imparte fuera del horario, la empresa debe pagarlo o compensarlo.
- Formación en prevención de riesgos laborales. Obligatoria siempre. El artículo 19 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que debe realizarse dentro de la jornada o, si no fuera posible, compensarse. Además, el coste corre siempre por la empresa.
- Formación voluntaria u ofrecida como mejora. Cursos de idiomas, de habilidades profesionales o similares que pueden ser útiles, pero no son imprescindibles. En este caso, el trabajador decide si asiste, y la empresa no puede imponerla.
Cómo evitar conflictos
La formación es valiosa para mejorar procesos y proteger a las personas, pero obligar no siempre es la respuesta.
Para evitar tensiones:
- Empresas: debéis justificar la formación obligatoria, programarla correctamente y asumir los costes cuando corresponda.
- Trabajadores: debéis comprender qué formaciones forman parte esencial del trabajo y cuáles son opcionales.
- Ambos: debéis tener claro qué es voluntario y qué no, manteniendo siempre una comunicación efectiva.
Con estos criterios claros, la formación deja de ser un conflicto y se convierte en una herramienta eficaz para mejorar competencias, proteger a los trabajadores, sumar valor añadido a la empresa y mantener la convivencia laboral.
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